El rápido progreso de las nuevas tecnologías de la comunicación
(TIC) impide tener una perspectiva suficiente para analizar los cambios de
hábitos.
El mundo al revés.Los hijos enseñan a los padres como
colocar un antivirus en el ordenador o a tener un espacio en Facebook. Los
padres compran un móvil a su hijo para tenerlo vigilado cuando salga de casa y
este lo desconecta o lo usa para pasar fotos y mensajes. Los padres colocan el
ordenador en el comedor para controlar el acceso a determinadas webs y los
adolescentes se encierran en su habitación con su BlackBerry conectada
a Internet y hablan a través del WhatsApp gratuito
con sus amigos.
El
rápido progreso de las nuevas tecnologías de la comunicación (TIC)
impide tener una perspectiva suficiente para analizar los cambios de hábitos,
especialmente entre los jóvenes que son los más propensos a usar las redes
sociales. Son pocos los estudios existentes y pronto quedan desfasados. Hace
dos años un estudio de la UOC y la Fundació Catalana de l'Esplai situaba el
Messenger como el instrumento de comunicación más utilizado. Pero ya ha sido
desplazado por el Facebook. Más recientemente, el WhatsApp por
ser gratuito ha relegado a los SMS. Es una batalla comercial a un ritmo
frenético.
NACIDOS
DIGITALES. Los niños entran en las redes a partir de los siete años
El proyecto Austica sobre El uso de las TIC y la brecha digital entre adultos y adolescentes, que dirige el profesor Jordi Busquet, ha puesto de manifiesto que cada vez los jóvenes se inician antes en el uso de las nuevas tecnologías. Acceden a partir de los 7 años, ya sea través del móvil, del ordenador o de otros aparatos. Algunos padres aseguran ya que sus hijos han aprendido antes a teclear su nombre en la pantalla del ordenador que a escribirlo sobre papel. Eso no significa que conozcan todas las potencialidades de las redes, sino que usan una parte de esas herramientas, las que les son más accesibles.
El proyecto Austica sobre El uso de las TIC y la brecha digital entre adultos y adolescentes, que dirige el profesor Jordi Busquet, ha puesto de manifiesto que cada vez los jóvenes se inician antes en el uso de las nuevas tecnologías. Acceden a partir de los 7 años, ya sea través del móvil, del ordenador o de otros aparatos. Algunos padres aseguran ya que sus hijos han aprendido antes a teclear su nombre en la pantalla del ordenador que a escribirlo sobre papel. Eso no significa que conozcan todas las potencialidades de las redes, sino que usan una parte de esas herramientas, las que les son más accesibles.
Aunque
es difícil establecer una secuencia sobre el uso y apropiación de esas
tecnologías, un estudio de la Fundación Mac Arthur, encargado a las
universidades Southern California y Berkeley, en el que entrevistaron a 800
adolescentes y jóvenes, concluye que hay tres géneros de participación: Hanging
out es el comportamiento de los usuarios que utilizan mensajería instantánea y
redes sociales para estar en contacto con amigos; Messing around es una
práctica más elaborada, se busca información on line y se empieza a jugar con
los medios digitales de forma experimental, sin objetivos específicos, y
geeking out es la práctica que define la capacidad para usar de forma intensiva
y autónoma esos medios. A esta fase sólo se llega tras pasar por otras en las
que aparentemente se pierde el tiempo o simplemente se juega o se pasa el rato.
EL
DESAFÍO. Internet es una prolongación de la vida cotidiana
"Cuando llegué a la universidad ya se oía decir que los jóvenes no sabían escribir y no se concentraban, y aún no se habían desarrollado las nuevas tecnologías", dice Daniel Aranda, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya. La realidad dice que los adolescentes no buscan la poesía ni la alta cultura, sino que quieren disfrutar del momento y desligarse de su familia, les pasan muchas cosas y utilizan unos instrumentos de comunicación diferentes a los de sus padres. "Ellos están en una etapa evolutiva y hay que respetarla. No se trata sólo de diferencias en el consumo cultural sino de diferencias generacionales", concluye Aranda.
"Cuando llegué a la universidad ya se oía decir que los jóvenes no sabían escribir y no se concentraban, y aún no se habían desarrollado las nuevas tecnologías", dice Daniel Aranda, profesor de la Universitat Oberta de Catalunya. La realidad dice que los adolescentes no buscan la poesía ni la alta cultura, sino que quieren disfrutar del momento y desligarse de su familia, les pasan muchas cosas y utilizan unos instrumentos de comunicación diferentes a los de sus padres. "Ellos están en una etapa evolutiva y hay que respetarla. No se trata sólo de diferencias en el consumo cultural sino de diferencias generacionales", concluye Aranda.
El
otro problema es que los adultos tienden a demonizar las tecnologías y además
tienen una actitud más pasiva ante ellas. Para los jóvenes internet no es tanto
un espacio virtual, como una continuación del día a día del colegio, de la
calle, de las conversaciones con los amigos. Para ellos no existe una
separación tan radical como la que perciben los adultos. "Los adolescentes
viven conectados y la comunicación funciona de forma natural a través de estos
canales que son amplificadores automáticos de lo que hacen
presencialmente", señala Cristina Riba, periodista y profesora de
Comunicación de la Universitat Pompeu Fabra. "La red es una réplica de su
mundo on line –afirma también Daniel Aranda–, continúan en el chat la
conversación que unas horas antes tenían en el patio de la escuela".
NUEVAS
PATOLOGÍAS. Los 'hikikomoris' son una excepción entre los jóvenes
Cuando empezaron a proliferar los artilugios electrónicos, se dijo que las redes podían incomunicar a los jóvenes. Se citaba el caso de los jóvenes japoneses, conocidos como los hikikomoris, chicos adolescentes que se encierran en su habitación, conectados a la red, y pasando horas con los juegos de ordenador, sin apenas comunicarse con sus padres. Pero este tipo de patologías prácticamente no existen en otros países y deben considerarse como una anomalía o excepción, del mismo modo que sucede con los intentos de acoso a través de la red o las infiltraciones de paidófilos. Son peligros tan reales como minoritarios.
Cuando empezaron a proliferar los artilugios electrónicos, se dijo que las redes podían incomunicar a los jóvenes. Se citaba el caso de los jóvenes japoneses, conocidos como los hikikomoris, chicos adolescentes que se encierran en su habitación, conectados a la red, y pasando horas con los juegos de ordenador, sin apenas comunicarse con sus padres. Pero este tipo de patologías prácticamente no existen en otros países y deben considerarse como una anomalía o excepción, del mismo modo que sucede con los intentos de acoso a través de la red o las infiltraciones de paidófilos. Son peligros tan reales como minoritarios.
Por
el contrario a menudo los jóvenes se reúnen para jugar juntos con los
videojuegos. A veces la calle también es peligrosa y la habitación personal
puede ser un refugio más tranquilo para la socialización. El profesor Aranda
opina que "la red social potencia los contactos sociales, permite pasarse
canciones, enviarse documentos, comentar aspectos sentimentales de sus
vidas". La red facilita contactos y rompe distancias: se puede mantener la
relación con amigos del verano o que sólo se podrían ver de vez en cuando. Hay
quien dice incluso que ayuda a superar problemas como la timidez, aunque sobre
este punto hay discrepancias entre los psicólogo.
PELIGROS
PARA INTERNAUTAS. Es necesario aprender a gestionar la privacidad
Es uno de los "peligros" de las redes. Y ya nadie duda de que es necesario "aprender a gestionar la privacidad". En cierto modo es lo mismo que sucede en la vida real: hay aspectos que no se pueden mostrar, hay que reservar ciertos sentimientos, ideas o fotografías. El problema es que a menudo los jóvenes aprenden esa gestión en las redes a base de disgustos, porque tampoco los padres o los profesores están en condiciones de enseñarles. Por ejemplo, se les debería indicar por principio que no deben publicitar aquella información que afecta a terceras personas.
Es uno de los "peligros" de las redes. Y ya nadie duda de que es necesario "aprender a gestionar la privacidad". En cierto modo es lo mismo que sucede en la vida real: hay aspectos que no se pueden mostrar, hay que reservar ciertos sentimientos, ideas o fotografías. El problema es que a menudo los jóvenes aprenden esa gestión en las redes a base de disgustos, porque tampoco los padres o los profesores están en condiciones de enseñarles. Por ejemplo, se les debería indicar por principio que no deben publicitar aquella información que afecta a terceras personas.
"Ha
cambiado el concepto de privacidad" replica Aranda. "Cuando eres
joven expresas sentimientos, disgustos, emociones, más tarde ya vendrán las
reflexiones, las opiniones el pensamiento más elaborado, la utilización de la
red para alcanzar el poder", añade. Pero también es cierto que nos falta
perspectiva y experiencia para conocer el alcance de las redes y para tener más
conocimiento de ellas. "Necesitaremos años para aprender a administrar
correctamente las informaciones" dice el profesor Jordi Busquet, de la
facultad de comunicación Blanquerna de la Universitat Ramon Llull. Basta otro
ejemplo, aparecen ya empresas que gestionan el perfil de las personas
fallecidas para limpiar la red o mejorar la imagen.
Se
dan paradojas, explica Cristina Ribas, como la de los padres que ponen
alegremente fotos de sus hijos en Facebook y en cambio no dejan que la escuela
use las imágenes de sus hijos ni para contendido educativos.
PÉRDIDA
DE TIEMPO. La misma discusión que existía hace años con la televisión
Para los padres es la principal preocupación: el tiempo que sus hijos se pasan frente al ordenador, jugando con las consolas o pendientes del móvil. Todos los expertos coinciden en que es básico que los jóvenes aprendan a administrar muy bien el tiempo. En el fondo es la misma discusión que hace unos años se producía entorno al tiempo que podían estar frente al televisor. Los padres pueden incidir en el espacio y el tiempo destinado a las redes. Una idea dominante es que en la preadolescencia es mejor que los niños tengan el ordenador en una habitación común de la casa, ya sea el comedor o un despacho. Pero esto es cada vez más difícil porque los niños disponen pronto de BlackBerrys o móviles, desde los cuales se pueden conectar a internet, y utilizar fácilmente desde sus habitaciones. De ahí que el tema se escapa cada vez más a los padres. "Los hijos dan otro uso al móvil distinto al previsto pro sus padres, les sirven para para hacer fotos o enviar mails", recuerda Busquet.
Para los padres es la principal preocupación: el tiempo que sus hijos se pasan frente al ordenador, jugando con las consolas o pendientes del móvil. Todos los expertos coinciden en que es básico que los jóvenes aprendan a administrar muy bien el tiempo. En el fondo es la misma discusión que hace unos años se producía entorno al tiempo que podían estar frente al televisor. Los padres pueden incidir en el espacio y el tiempo destinado a las redes. Una idea dominante es que en la preadolescencia es mejor que los niños tengan el ordenador en una habitación común de la casa, ya sea el comedor o un despacho. Pero esto es cada vez más difícil porque los niños disponen pronto de BlackBerrys o móviles, desde los cuales se pueden conectar a internet, y utilizar fácilmente desde sus habitaciones. De ahí que el tema se escapa cada vez más a los padres. "Los hijos dan otro uso al móvil distinto al previsto pro sus padres, les sirven para para hacer fotos o enviar mails", recuerda Busquet.
LOS
PADRES Y LOS MAESTROS. La falta de formación dificulta su aplicación en la
enseñanza
La escuela se ha mantenido al margen de la televisión, pese a su impacto social, y existe la tentación de querer hacer lo mismo con internet. Una parte importante de los maestros no han sido educados en las nuevas tecnologías y esto dificulta su uso y aplicación en la enseñanza. "La escuela no puede ser una institución del pasado. Hay que ver porque los niños se aburren y evitar que el aula sea otro mundo; es necesario un cambio de actitud y de mentalidad", afirma Busquet.
La escuela se ha mantenido al margen de la televisión, pese a su impacto social, y existe la tentación de querer hacer lo mismo con internet. Una parte importante de los maestros no han sido educados en las nuevas tecnologías y esto dificulta su uso y aplicación en la enseñanza. "La escuela no puede ser una institución del pasado. Hay que ver porque los niños se aburren y evitar que el aula sea otro mundo; es necesario un cambio de actitud y de mentalidad", afirma Busquet.
Y
lo mismo los padres. No se trata tanto de controlar como de ejercer ayuda y
orientar. Es posible que muchos no lleguen nunca a tener una formación en estos
ámbitos pero no pueden renunciar a a transmitir ciertos valores. Se puede
enseñar el respeto mutuo para estar en la red o para comunicarse con sus
colegas.
La
ventaja es que "la tecnología nos ayuda y cada vez es más intuitiva",
dice Ribas y pone el ejemplo de los tablets frente a los ordenadores. Y
recomienda que los educadores realicen un esfuerzo para "estar en la red y
ser 2.0, lo que significa tener una actitud de aprendizaje interactivo".